domingo, 22 de marzo de 2015

Como juzgar al sol por salir de día

 Hoy escribo movido por la indignación. Me cuesta creer que todavía en el 2015 estas cosas sigan pasando, pero más aún, me cuesta creer que pasan porque hay toda una sociedad atrás que lo avala. Daiana García murió hace apenas unos días y las redes sociales se plagan por igual de indignación y de comentarios sacados de la época de las cavernas.

 Una chica de 19 años fue a buscar trabajo y no volvió a aparecer. Eso fue lo primero que me enteré, y sufrí un poco en silencio porque sabía que no iba a volver. Porque sabía que era un método efectivo de secuestro la simulación de una entrevista laboral. De todas formas apoyé la búsqueda desde mi humilde (y un poco inútil) lugar. Algunas horas más tarde aparecería muerta.

 Cuando vi que había sido encontrada semidesnuda y muerta un escalofrío me recorrió la espalda. Una chica de 19 años de Paternal. Como fue ella podría haber sido una amiga mía, una compañera de curso, la novia de un amigo. En otras palabras, el hecho de que no esté llorando ahora mismo es porque, por algún motivo, no me tocó tan de cerca. Pero por casualidad.

 Es indignante y duele que pasen estas cosas. Pero duele todavía más tener una sociedad de fondo que hace de la víctima un culpable. "Estamos en una sociedad que como te ven, te tratan" leí hace muy poco, de alguien que después pretende argumentar sobre la forma de vestir con la que fue a buscar el trabajo. Me pregunto cómo llegamos al punto donde el foco lo corremos hacia la culpa que pueda tener la mujer. A esto le encuentro 2 explicaciones posibles:
  • La primera es el miedo, y es la única que entiendo un poquito, y en vez de tanta bronca me genera lástima. Haciendo de la mujer que fue víctima una culpable, desentenderse es fácil. Es más sencillo decir "a mí no me va a pasar" si ella "se lo buscó" porque "yo no me lo busco/mis cercanos no se la buscan". Entonces todo me toca de lejos, nada me llega a afectar. Si ese es tu caso, pobre ingenuo, abrí los ojos, que si no te pasó fue prácticamente una cuestión de suerte. Dejá de echar culpas y ayudá a que esto deje de pasar.
  • La segunda es que simplemente se trate de un hijo de puta hecho y derecho. Hacer de la víctima un culpable es un arma de manipulación masiva y peligrosa. Y por no caer en la ley de Godwin*, voy a hablar de nuestro país: en Argentina hay quienes todavía creen que todos los desaparecidos algo habrán hecho. Esa chica algo habrá hecho, habrá vestido provocativamente. Vestir provocativamente es un manifiesto deseo de no querer ser respetada, por el contrario, es desear ser violada y asesinada. El delito deja de ser la violación, el delito deja de ser que una manga de hijos de puta -porque otra clasificación no cabe- secuestren minas para prostituirlas. El delito es vestir provocativamente. Entonces la mujer es culpable, y el violador un justiciero. Es el mismo pensamiento que justifica el gatillo fácil.
 Escribí este post unos días antes de poderlo publicar (por motivos personales). Hoy se sospecha de que fue un amante quien la mató, y parece que todos están más tranquilos. Por otro lado están enjuiciando a Mangieri. Ruego que realmente sean dichos los culpables, porque sino es todo más grave. Si son tan solo chivos expiatorios entonces es peor. Porque gustan, porque convencen de que "a vos no te puede pasar" y la gente sigue viviendo en su burbuja. "Fue mala suerte, justo le toco ese portero. Mi portero por suerte es de confianza" "Ella se lo buscó por salir con alguien así, yo me fijo bien con quién salgo". Pero hubo chicas que, en este lapso, siguieron desapareciendo. Al menos me enteré de 4 en la semana. Abramos los ojos.

 Así que vos dejá de insultar tratando de puta. Dejá de decir "se saca esas fotos y después quiere que la respeten". Dejá de pensar que no te podría pasar. Dejá de ser cómplice, de quedarte callado cuando hacen comentarios del siglo XV. Dejá de insinuar que ella puede tener la culpa. Vos, feminista, deja de apelar a revanchismos baratos (los he visto hasta gramaticales) y no distraigas tu lucha, movete por un cambio real y tangible (ninguna mujer dejó de ser ultrajada por decir "todos y todas"). Y vos, varón, no consumas prostitución. ¿Por qué? Simple: porque la mujer que te estás cogiendo podría ser una mujer secuestrada. Podría ser tu prima, tu amiga, tu hermana o la que te parió.

Say no more.

*La ley de Godwin establece que "A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno". Sé que este post no es una discusión, pero igual aplica.

lunes, 16 de marzo de 2015

Te fuiste tan de a poco que nunca dijiste adiós

Crónica de un velatorio

Mi papá (o mejor dicho, lo que queda de él) yace en la habitación contigua. Ojeo el reloj de mi celular nuevamente y reconfirmo que esto no va a terminar pronto. Pasaron apenas 5 horas, y se sintieron como 20. Un cóctel de sensaciones ya se llevó todo el apetito que pudiera tener, y me inunda cierto sentimiento de náuseas.
Es mi primer velatorio en 16 años. Francamente, era algo que podía esperar más. De más está decir que no es una experiencia agradable. Cabría agregar, quizás, que me resulta tortuoso. A tal punto de que se me hace imposible comprender cómo alguien termina dedicando su vida a tener una casa de velatorios: recibir cadáveres constantemente para maquillarlos, vestirlos y exponerlos para su “última despedida”. Tampoco puedo comprender cómo en un momento así me inundan este tipo de pensamientos, que en gran medida rozan el absurdo.
Es notable cómo se esfuerzan todos en contenerme, sin entender que están haciendo todo mal. No, no hay ninguna palabra que puedas decir que ayude. No me consuela la idea del cielo, yo quiero a mi papá. No pienso que sufre, no lo tenés que aclarar. Yo sé que fue un gran hombre, sino no hubiera llorado, ni estaría acá. Sí, ya sé que estás conmigo… la pregunta es para qué. Ninguna frase es válida, y las muestras de cariño forzosas son tan asquerosamente vacías... debe ser eso lo que me provocó las náuseas.
No puedo llorar más. Hace algunas horas se me terminó de secar el alma, y todavía no me hago a la idea de que no voy a volver a tener un consejo de mi viejo. Y sigue llegando gente. Y siguen entrando a la habitación en donde está el ataúd, como si él estuviera ahí. Mi padre no está ahí, y lo que dejó ahí no transmite más que soledad. Nada de su esencia quedó en esa cáscara.
Pero parece que, salvo yo, nadie se da cuenta. “¡No está ahí!” tengo ganas de gritar, pero me contengo. No puedo creer que haya gente que piense que un hombre con todo lo que vivió e hizo lo único que deja es un cuerpo estéril e inútil. O peor, que deja bienes materiales. Algunos chacales que se han hecho llamar mi familia en algún momento ya contactaron a sus abogados para ver si de la tragedia pueden sacar alguna tajada y otros para ver si los hijos del muerto no buscaremos la nuestra arrebatando la casa de los abuelos. En lo que a mí respecta, se la pueden meter en el orto. Otra cosa más que me provoca náuseas, pero al menos guardo la satisfacción interna de que no pienso verles más la cara.
Mi viejo dejó sueños, dejó esperanzas, dejó consejos. Dejó hijos que pudo criar a medias. Dejó por ellos lo que no tenía. Pero sobre todo me dejó tristeza…


Sólo te pido un consejo más que por siempre deba recordar. Sólo te pido un enojo más para saber que camino tomar.

 Esta sea probablemente la entrada más larga del blog. Y me van a disculpar, pero es la única donde no va a interesarme la opinión de nadie. Bueno, sí de alguien, pero no va a poder manifestar su opinión de cualquier forma.

 Hoy se cumplen 10 años de que mi papá haya abandonado este mundo. Falleció un mes y un día antes de mi cumpleaños número 10. Entre los pensamientos un poco absurdos que rondan a las escenas tristes siempre consideré todo un detalle que haya sido un mes y un día y no exactamente un mes. En resumidas cuentas ya llegué al punto en mi vida donde estuve más tiempo en este mundo sin mi viejo que con él. Es difícil tomar conciencia de eso.

 Es difícil andar por ahí sin el consejo de tu viejo. Si, tengo 2 hermanos increíbles, hombres de buena leche que están para mí siempre y que por mí lo harían todo. Y yo por ellos. Muy de mierda sería mi vida si no los hubiera tenido. Y también tengo una mamá increíble, una mujer fuerte, de esas que parecen de piedra. Al menos eso me parece a mí viendo todo lo que se tuvo que bancar en su vida. Y eso me lleva a ser injusto con ella, reclamándole fortaleza todo el tiempo. Quizás sea porque tenga miedo de caerme si ella lo hace.

 Me acuerdo que yo estaba plenamente convencido, en mi inocencia, de que se iba a curar. Había escuchado hablar de cáncer antes, pero no era consciente de qué tan grave era el caso de mi papá. Evidentemente mucho, porque tardó alrededor de un mes en acabar con un hombre que en ese momento parecía hecho de acero, como uno ve a su papá cuando es chico. Cuando me enteré del hecho estaba medio dormido, yo estaba muy tranquilo durmiendo la siesta en la casa de mi abuela y de golpe me despertaron y me llevaron a mi casa en bicicleta. De las mil millones de cosas que uno piensa en ese momento, tuve la torpeza de exteriorizar que quería irme con él, como para mejorar el ambiente. 

 En algún momento mi hermano mayor me dijo "Vos no te vas a tirar abajo de una cama a llorar". Tengo esa frase tatuada a fuego en la memoria, porque iba a ser lo que me moviera durante todos estos años, y probablemente también en el futuro. Tan simple como eso, con 10 años aprendí de qué se trataba eso de "seguir adelante". Me fui valiendo, entre otras cosas, del humor negro (como ya hablé en otra entrada). ¿Por qué? Mi papá era de esas personas que cuenta chistes todo el tiempo, que todo el tiempo hace el comentario ocurrente. Asumí entonces que así le gustaría que lo recuerde, con una sonrisa en la boca y no con lágrimas en los ojos. También por esa época empecé en las olimpíadas de matemática, que me llevarían 6 veces a Mar del Plata. Según mamá (porque yo no me acuerdo) le dije que me distraía pensar en números. 

 Hoy no me acuerdo cómo era su voz, su olor, su risa. El otro día encontré una foto vieja y me dio un escalofrío horrible, porque en la foto me parecía un desconocido. Diez años son mucho tiempo.

 Y no, en momentos así no hay nada para decir. Lo aprendí temprano y de mala forma: las palabras sobran. También sobran las muestras de afecto forzadas y la lástima. Me acuerdo que venía gente a intentar contenerme que yo conocía muy poco, de alguna forma lo sentían un deber. Unos amigos vinieron al velatorio y me puse a jugar con ellos. Algún adulto amagó a retarme, pero por suerte a nadie le dieron los pantalones. 

¿Qué es "superar"? ¿Es "no llorar más"? Cada tanto, entonces, no lo supero. ¿Es sobreponerse, seguir adelante? Entonces sí, porque es lo único que puedo afirmar con certeza que hice. ¿Es olvidar? Espero que no, porque entonces no quiero superarlo más. Ya olvidé demasiado.

martes, 10 de marzo de 2015

Soy mi soberano

 Tengo, como todos, mi ley. La forma en que me muevo, cómo hablo, cómo me expreso, cómo actúo. La parte consciente. La que decide. Si decide bien o mal, solamente el tiempo puede terminar diciéndolo. ¿Cometo errores? A oleadas, como si no hubiera mañana. ¿A propósito? No por el afán de equivocarme, pero a veces sí, consciente de que seguramente fuera un error. Pero no estás seguro de que algo es un error hasta que no ves las consecuencias. Todo el resto son especulaciones.

 Sin embargo hablar de lo que hago no es hablar de causa sino de efecto (aunque claro que todo efecto no es más que una nueva causa y toda causa es efecto de otra anterior). Si varias personas se comportan como yo, o parecido, es demasiado riesgo asumir que lo hacen por la misma motivación. El hecho de que yo haga algo y lo haga así tiene que ver con variables como mis ideales, mi experiencia, mi motivación y mi personalidad. Todo eso tiene su cuota de azar, porque uno no elige sus experiencias ni su carácter, y los ideales tienen una buena parte de idiosincrasia (en criollo "lo mamado", lo heredado). Es decir que, en definitiva, gran parte de las decisiones que tomamos se ven influenciadas por cosas que no podemos manejar o decidir. Claro que podemos intentar cambiar, pero parte de todo esto que no podemos manejar es el considerar que nuestras estructuras son las correctas en menor o en mayor medida. Siempre tenemos que tener un punto de apoyo desde el cuál juzgarlas, esa es la "piedra fundamental" en nuestra arquitectura personal.

 Quede claro que no estoy emitiendo juicio al respecto de si es bueno o malo que funcionemos así. Supongo que más allá de bueno o malo, es necesario y es razonablemente práctico. Mi punto es que todo lo que hacemos de forma consciente tiene un por qué inconsciente y un por qué consciente, no sale de la nada. A simple vista parece algo obvio haciendo introspección, pero no lo es tanto mirando para afuera. Vivimos mirando al resto juzgándolos con nuestra vara, con nuestra lógica, con nuestra experiencia, con nuestra motivación. Y resulta que el otro tiene su vara, su lógica, su experiencia y su motivación. Tiene otra forma de concebir las cosas y otra forma de enfrentarlas. Y eso no lo hace malo, imbécil o cruel. Lo hace otro. Tildamos al resto de tantas cosas sin darnos cuenta de que hay motivos muy válidos para que se comporten así. Seguro que si por cada actitud que vemos negativa en el otro pudiera tener la chance de explicar de dónde le sale actuar así mucha menos gente nos caería mal.

 Y con razón a veces nos sentimos tan incomprendidos, porque nadie está en nuestra cabeza. Nadie sabe lo que pasamos. Nadie sabe lo que sentimos. Nadie sabe cómo nos afectan las cosas. Nadie sabe por qué nos afectan así. A veces ni siquiera nosotros.


Que yo no soy, que es él, que yo actué bien y él no.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Sé lo que sentís

Sé lo que se siente buscar y no encontrar.
Sé lo que se siente decir la verdad sin que te crean.
Sé lo que se siente asumir que algunas cosas ya no van a pasar.
Sé lo que se siente asumir que algunas personas ya no van a volver.
Sé lo que se siente intentar y fracasar. 
Sé lo que se siente lastimar sin querer.
Sé lo que se siente lastimar queriendo. No es lindo.
Sé lo que se siente cuando falta algo pero no se sabe qué.
Sé lo que se siente apostar todo a una última jugada y perder.
Sé lo que se siente no dejar de soñar, no dejar de buscar.
Sé lo que se siente correr porque no queda otra, porque es lo único que te surge hacer en ese momento.
Sé lo que se siente necesitar aire.
Sé lo que se siente tragarse las palabras 
Sé lo que se siente tragarse el orgullo.
Sé lo que se siente no entender por qué las cosas no funcionan aunque uno pone todo el esfuerzo.
Sé lo que se siente ir cuesta arriba y que el pecho se te comprima.
Sé lo que se siente ser liberado por una canción.
Sé lo que se siente cuando la gente es agradecida sin mediar palabras.
Sé lo que se siente cuando no se sabe para dónde disparar.
Sé lo que se siente perder un pilar en tu vida. 
Sé lo que se siente cuando nadie más te entiende.
Sé lo que se siente cuando no te entendés ni vos.
Sé lo que se siente querer tirar la toalla y dejar todo atrás.
Sé lo que se siente querer tomarse un micro con destino desconocido.
Sé lo que se siente lograr más de lo que esperabas.
Sé lo que se siente generar lo que estabas buscando.
Sé lo que se siente decepcionar.
Sé lo que se siente ser empujado al precipicio.
Sé lo que se siente saltar sin mirar atrás.
Sé lo que se siente el sacrificio.
Sé lo que se siente ser uno más.
Sé lo que se siente parecer el único.
Sé lo que se siente extrañar y no poder solucionarlo.
Sé lo que se siente mandarse una atrás de otra.
Sé lo que se siente ser victimario.
Sé lo que se siente querer pasar horas encerrado con la música a todo volumen.
Sé lo que se siente tener que terminar con algunas situaciones.
Sé lo que se siente no poder concluir algunas cosas. Y saber que capaz se pueden continuar.