martes, 25 de noviembre de 2014

Vamo' a bailar, para cambiar esta suerte

 Tenía muchas ganas de escribir al respecto alguna vez. Este posteo no es apto para gente que todavía no superó el Mundial 2014. 

 13 de Julio del 2014. Ya la mufa venía en la fecha, sumado a gente que cantaba "Eran otros tiempos, era otra la historia..." -la canción más yeta futbolísticamente hablando- y los que siempre cantan los goles 15 segundos antes. Todo eso que sentimos que nos va a perjudicar como una suerte de maldición, y los hechos casi siempre terminan dándole la razón (sobretodo en lo referente a la canción, que es del 2002 y quedamos en primera ronda). Sí, hasta ahora es todo lo dicho sumamente irracional, pero... ¿quién se pone racional cuando tu país está por ganar la Copa del Mundo? El argentino es pasional, tiene la sangre caliente, el grito contenido en el pecho desde el primer segundo. Cabulero al extremo, promete, cumple, reza y alienta los 90'. O los 120' y en los penales entra en un trance de meditación. Grita los goles como si de ellos dependiera su vida. Y por eso... por eso terminé llorando.

El gol que más gritamos en la última década no fue gol.

 Un penal no cobrado, un gol que no fue, un gol rival en los últimos minutos previos a los penales. La gente gritando, cantando, puteando al árbitro, puteando a los jugadores de nuestro equipo, puteando a los alemanes. Hasta que hubo un silencio generalizado. Nadie lo podía creer, la pelota estaba adentro del arco y el mundial se nos escapaba de las manos. Rogamos al cielo que Messi se ilumine en un último tiro libre, aferrándonos a la esperanza de que el mejor jugador del mundo tuviera un momento de maestría una vez más, pero eso no pasó. Un amigo mío, sentado en el piso, se puso a llorar como un chico que había roto su juguete favorito. No tenía consuelo. Yo, al lado de él, me senté y quedé con la mirada perdida en algún punto de la pantalla. El sol se estaba terminando de esconder y cuando me pude dar cuenta ya las lágrimas se me escapaban solas. Yo también lloré, lloré como un chico. 

 Los que me conocen saben que no soy muy fanático del fútbol aunque lo disfruto. Miro algunos partidos y jamás ver un partido -salvo alguna situación muy particular- me canceló otros planes. Había seguido al mundial de cerca y visto todos los partidos, incluso había tenido mis cábalas. Y aunque el resultado era injusto -por el penal no cobrado- no lloré por eso. No fue el fútbol o el partido en sí lo que me hizo llorar. Lo que me trajo una tremenda angustia fue toda la felicidad que no tuvimos. Toda la alegría que pudimos haber compartido que no existió. Toda la alegría que le falta a este pueblo, cansado de corrupción, de miedo y de inseguridad. Lloré por todo lo que pudo calmar, al menos un día, una semana, un mes, nuestras almas y darnos un respiro entre tanta indignación. No, no hablo de pan y circo, no hablo de distraernos. Hablo de que en un pueblo tan dividido por idioteces como ideologías políticas, clubes de fútbol y otras tantas cosas por las que no deberíamos dividirnos, necesitaba algo que nos uniera, que nos hiciera compartir, que nos diera alegría por un tiempo. Un español dijo, con mucha razón, que si los alemanes perdían al otro día ya estarían tomando tranquilos su café, pero el luto en Argentina duraría al menos una semana. Y así fue, y lo vimos todos. Incluso nos tocó indignarnos por los 10 desubicados de siempre que no tienen mejor idea que destrozar todo. 

 Lloré durante 15 minutos, como un nene desconsolado. Lloré por la alegría que pudo ser y nos arrebató una mala decisión.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Adentro llueve, y parece que nunca va a parar

 Tenemos malas costumbres. Sabemos ver lo efímero en lo lindo. Incluso nos angustiamos por eso. El último día de un viaje, un campamento, unas vacaciones ya lo vivimos nostálgicos porque se termina. Todo eso en vez de disfrutarlo. Todo lo que disfrutamos ya estamos viendo que se va a terminar, y sentimos que pronto. Que en cualquier momento, y de nuevo... poniéndonos mal de antemano. Y capaz no termina, al menos no esta vez, pero ya la pasamos mal igual. 

 Pero el dolor no. El dolor parece eterno. Físico, espiritual o psíquico, parece que no va a terminar más. Los segundos se estiran interminablemente mientras los sufrimos. La tormenta no pasa. Es más, parece que cada vez llueve más fuerte. Nos dicen que ya va a pasar, que es cosa de un rato, que hay que verle el lado bueno. Pero no lo vemos. Nos pintaron los ojos de gris, y gris vemos al mundo. 


Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos.

 Pero la tormenta en algún momento se termina -igual que los días de sol-. La pregunta sería... sabiendo que se terminan ¿No podemos disfrutar los días de sol, y angustiarnos a su tiempo porque se fueron? ¿No podemos asumir que las cosas van a mejorar, ineludiblemente, en algún momento? Algún día tenemos que dejar de castigarnos por lo que hicimos -y sobretodo, por lo que no-. Al fin y al cabo, como dice un viejo cuento... esto también pasará.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Hay cosas de las que no te acordás...

 Desde hace un tiempo considero que uno es el propio arquitecto de los recuerdos, y que en cierta manera define las condiciones en las que se van a dar. Claro que el clima influye y hay que tenerlo en cuenta... y a veces distraerse en ese punto puede llevar a la catástrofe. 

 Lo interesante es que uno puede generar recuerdos -o las situaciones que los generan- pero eso no va a hacer que en un futuro sigan significando lo mismo. Lo que hoy es hermoso de mirar para atrás, mañana trae nostalgia o tristeza. Lo que es triste ahora, después de un tiempo se vuelve divertido. Lo que parece ser una oportunidad perdida... se muestra después como un desastre evitado. Pero, por supuesto, no nos conformamos ni con la certeza. Siempre está impresa en nuestra mente la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si...?

 De la memoria valoro 2 momentos que son muy particulares. El primero cuando te acordás de que te olvidaste. No de apagar la hornalla o de hacer el trabajo práctico. Cuando te olvidaste de un gesto, de una voz, de que relacionabas un hecho con alguien o del por qué lo relacionabas. De golpe vas caminando por la calle y decís ¿Cuánto hace que dejé de acordarme de él/ella cada vez que [Insertar evento circunstancial e inmanejable]? Capaz pasaron algunas semanas, un par de meses. Jamás vas a saberlo. De golpe un día pasó y no te acordaste... y un tiempo después de diste cuenta de que hacía mucho pasaba sin que te acuerdes. O mismo... olvidaste esa voz, o sus gestos. Todo esto puede ser una bendición o una maldición, e incluso ambas cosas a la vez.

-Gano -dijo el zorro-, por el color de trigo.

 La segunda cuando los recuerdos mutan. Cuando lo que era feliz se vuelve triste, y tiempo después vuelve a ser un recuerdo... no sé si feliz, pero sí agradable. Ya no duele la nostalgia... el tiempo pasó y lo que fue lindo se vuelve anécdota en vez de triste melancolía. 

 Y sí, el tiempo cura... o al menos da la chance de olvidar, que a veces viene siendo lo mismo.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Bienvenidos al tren

 Tengo cierto problema con la hoja en blanco siempre. Me cuestan las primeras líneas y los disparadores. Por suerte, al menos me es fácil remar las situaciones tratando de suavizarlas con sinceridad, como en este caso. Así que, en cualquier caso, bienvenido sea cualquier lector de Para no ser otro más.

 ¿Por qué abrir un blog? Las ganas de compartir lo que uno piensa. Lo que en Twitter te queda chico, y a veces le tenés que dedicar 3 o 4 tweets porque los 140 caracteres no te dejan decir todo lo que querés decir. ¿A quién le importa? No sé. Capaz lo divertido sea averiguarlo.

¿Por qué tardaste tanto? Hay varias cuestiones. Alguna vez porque supuse que al mundo le chupaba un huevo lo que yo pensaba -lo cual no dudo de que pueda ser así, solamente dejó de importarme tanto-. Otra por no saber qué escribir, otra por no tener ganas simplemente. Además, no es fácil. Tenés que elegir un nombre decente y eso no fue fácil. Pensar nombres me comió toda la tarde (aunque obvio hacía otras cosas). Primero fue "Es lo que hay", no disponible. Encima de tantas veces que escribí "hay" buscando variantes de a poco la palabra perdió sentido en mi cerebro (para los curiosos, esto se llama saciedad semántica). Después recurrí a mis gustos musicales: Cerrado por derribo, Porfiado, Calambres en alma, Lo malo de ser bueno. Todos en uso o demasiado largos. Lo más triste es que, si prueban entrar a esos blogs, en su mayoría están abandonados y tienen entre ninguna y 3 entradas. La madre que los parió. Incluso pensé en cansadodepensar.blogspot.com y también estaba en uso. 

 Así que si llegaste acá, bienvenido a mis locuras, mis rayes, mis genialidades y mis idioteces. Todavía no sé qué voy a poner por acá, lo iré viendo en el momento. Por esto mismo una buena amiga me recomendó ponerle "Lo que pinte" pero definitivamente me parecía desagradable. Es probable que lo que escriba te guste o que lo odies. Que te indigne, te emocione o que te chupe un huevo. Tené en cuenta, a la hora de comentar mis posts, que yo también estoy en mi derecho de que lo que digas me genere las emociones que surjan. Entonces, antes de insultar o agredir, pensá que tu comentario bien puede chuparme un soberano huevo, y a nadie se le deberían caer los anillos por eso.

 No sé cuándo lo voy a dar a conocer. Puede que hoy, mañana o en 2 meses. Depende de cuánto tarde en acondicionarlo más o menos a mi gusto. Por lo pronto, esto. 


¿Por qué el nombre al final? Gracias a uno de mis ídolos, el señor Liniers, y esta historieta que revoloteaba por mi Twitter.