Maldita o bendita costumbre la de siempre apostar una vez más. Bueno, en términos prácticos suena siempre a pérdida insensata, a que se pierde la casa y el auto. Y de hecho muchas veces pasa, muchas veces en vez de gambeteada maestra, de esas que el público recuerda por años, es solamente una de más y el público abuchea y te trata de morfón. Y al igual que en el fútbol, tu público -empezando por vos- es resultadista. Si sale bien sos un maestro, lo bien que hiciste en seguirla porque ibas a demostrar maestría. Si sale mal sos un muerto, te tendrías que haber dado cuenta de que tenías que soltar la pelota antes y tenías más chances.
Lo bueno es que en la vida la mayoría de las apuestas son equivalentes a usar dinero ficticio. Probás y te tirás a perder todas las fichas que te consumieron más tiempo que plata real. Sí, realmente conseguir una buena cantidad de fichas tiende a consumir mucho tiempo independientemente de si son pagas o no. Lo bueno es que estas apuestas siempre cuentan con un premio consuelo que llaman experiencia. En palabras del Ringo Bonavena, "un peine que te dan cuando te quedaste pelado". Algo de razón lleva, pero puede pasar que te compres una peluca o que veas a alguno que todavía anda con pelo, y alguien lo pueda usar.
Y en eso sí que somos expertos, en ignorar la experiencia ajena. Alguien ya se partió la cabeza contra esa pared y vos la mirás y decís “no, pero mi cabeza es más dura”. Un par de puntos y un chichón importante más tarde te das cuenta de que te convendría haber hecho caso. Mi viejo decía “mirá los errores ajenos, que no vas a tener tiempo de cometerlos a todos” en un intento para que yo evite al menos sus equivocaciones. Sin embargo el hecho de cometer los propios errores tiene su magia y su gusto, el aprendizaje es distinto. El problema es que el aprendizaje en esencia sirve para enfrentarse a situaciones del futuro, porque el pasado no se puede cambiar. Si aprendés algo que te costó lo que ya no vas a recuperar o sobre lo que no vas a volver a enfrentar, de poco te sirve a vos. Capaz es eso lo que nos falta evaluar a la hora de querer cometer nuestros propios errores.
Lamentablemente tampoco puedo dejar de pensar… ¿Y si es otra pared? ¿Y si me pongo un casco? ¿La varianza va a estar de mi lado? Vivir es arriesgarse constantemente, “el que no arriesga no gana” y si nada pretendés ganar… ¿Qué estás haciendo? Demasiada seguridad anula. Muchos de los grandes inventos de la historia fueron de gente completamente osada. Y muchas de las grandes historias también nacieron de gente osada. Gente que arriesgó su patrimonio, su trabajo e incluso su propia vida. Algunos hasta perdieron todo eso y aún consiguieron el objetivo colectivo. Algunos se perdieron en la historia, y otros la escribieron. Pero sin duda pocos quisieron ser recordados como gente pasiva o cobarde, porque la historia contra ellos no tiene clemencia.
¿Entonces todo es apostar sin fijarse las consecuencias? Yo creo que no. Hablando de póker uno calcula las posibilidades que tiene de ganar a través de un método matemático, y en eso basa su jugada. Eso hace que sea más o menos seguro, pero lo cierto que es que en el momento de la verdad la varianza es la que actúa. Con un porcentaje apenas mayor al 1% se puede ganar y con uno cercano al 90% se puede perder. Y quizás ni siquiera se trate de eso, sino de qué hacer una vez que se hizo all in e incluso con las posibilidades a nuestro favor se falla. Entonces recuerdo a Rudyard Kipling en un poema que alguna vez me llevó a las lágrimas: “Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio, tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más, serás un hombre, ¡hijo mío!”
Lo bueno es que en la vida la mayoría de las apuestas son equivalentes a usar dinero ficticio. Probás y te tirás a perder todas las fichas que te consumieron más tiempo que plata real. Sí, realmente conseguir una buena cantidad de fichas tiende a consumir mucho tiempo independientemente de si son pagas o no. Lo bueno es que estas apuestas siempre cuentan con un premio consuelo que llaman experiencia. En palabras del Ringo Bonavena, "un peine que te dan cuando te quedaste pelado". Algo de razón lleva, pero puede pasar que te compres una peluca o que veas a alguno que todavía anda con pelo, y alguien lo pueda usar.
Y en eso sí que somos expertos, en ignorar la experiencia ajena. Alguien ya se partió la cabeza contra esa pared y vos la mirás y decís “no, pero mi cabeza es más dura”. Un par de puntos y un chichón importante más tarde te das cuenta de que te convendría haber hecho caso. Mi viejo decía “mirá los errores ajenos, que no vas a tener tiempo de cometerlos a todos” en un intento para que yo evite al menos sus equivocaciones. Sin embargo el hecho de cometer los propios errores tiene su magia y su gusto, el aprendizaje es distinto. El problema es que el aprendizaje en esencia sirve para enfrentarse a situaciones del futuro, porque el pasado no se puede cambiar. Si aprendés algo que te costó lo que ya no vas a recuperar o sobre lo que no vas a volver a enfrentar, de poco te sirve a vos. Capaz es eso lo que nos falta evaluar a la hora de querer cometer nuestros propios errores.
Lamentablemente tampoco puedo dejar de pensar… ¿Y si es otra pared? ¿Y si me pongo un casco? ¿La varianza va a estar de mi lado? Vivir es arriesgarse constantemente, “el que no arriesga no gana” y si nada pretendés ganar… ¿Qué estás haciendo? Demasiada seguridad anula. Muchos de los grandes inventos de la historia fueron de gente completamente osada. Y muchas de las grandes historias también nacieron de gente osada. Gente que arriesgó su patrimonio, su trabajo e incluso su propia vida. Algunos hasta perdieron todo eso y aún consiguieron el objetivo colectivo. Algunos se perdieron en la historia, y otros la escribieron. Pero sin duda pocos quisieron ser recordados como gente pasiva o cobarde, porque la historia contra ellos no tiene clemencia.
¿Entonces todo es apostar sin fijarse las consecuencias? Yo creo que no. Hablando de póker uno calcula las posibilidades que tiene de ganar a través de un método matemático, y en eso basa su jugada. Eso hace que sea más o menos seguro, pero lo cierto que es que en el momento de la verdad la varianza es la que actúa. Con un porcentaje apenas mayor al 1% se puede ganar y con uno cercano al 90% se puede perder. Y quizás ni siquiera se trate de eso, sino de qué hacer una vez que se hizo all in e incluso con las posibilidades a nuestro favor se falla. Entonces recuerdo a Rudyard Kipling en un poema que alguna vez me llevó a las lágrimas: “Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio, tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más, serás un hombre, ¡hijo mío!”
No sé si nací para correr, pero quizás nací para apostar
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