Sería difícil
incluso calcular cuántas veces pude haber oído o leído que el amor nos hace
idiotas, que el hecho de enamorarse hace que nos pongamos tontos. Yo no sé si
nos hace idiotas o no, pero, al menos al principio, nos hace mentirosos. No de
forma consciente (la mayor parte del tiempo) pero sí sistemática, no sólo a la
persona que nos atrae sino también al resto, y hasta a nosotros mismos.
Conocemos a
alguien (o al menos eso creemos) que de pronto, por un motivo u otro, llama
nuestra atención. Destaca entre el resto por tener esas características que
tanto nos gustan, que tanto nos conmueven, que tanto nos atrapan.
Características que no son tan comunes de ver en conjunto (o viviríamos
enamorados de todo lo que se mueve). Averiguamos lo que podemos sobre los
gustos de esa persona para descubrir que tenemos muchas cosas en común o bien
que no son tantas. Esto es en gran medida indistinto, puesto que nuestra
psicología muchas veces anula el pensamiento emergente de “no es para vos”
porque, nos guste reconocerlo o no, enamorarse o al menos “engancharse” es un
sentimiento agradable.
Comienza una
carrera entonces para intentar generar en esa persona lo que nos generó a
nosotros. Y ahí es donde empiezan las mentiras exactamente (hacia el resto,
porque hacia uno ya empezaron hace rato). En ese momento alterás de forma
consciente o inconsciente tu forma de actuar, de hablar y de ser con respecto a
esa persona. Incluso te mentís de nuevo pensando que no tiene relación una cosa
con la otra, y que te hubieras comportado de la misma forma si no te gustara.
Tirás por la ventana todas las veces que dijiste a tus amigos que tenían que
ser ellos mismos, porque vos dejás de serlo. Empezás a hacer todo en función de
seducir a la persona que te llamó tanto la atención.
Somos
contradictorios: por un lado pretendemos que nos quieran como somos, sentirnos
apreciados en nuestras virtudes y defectos, sentirnos libres de ser nosotros
mismos y por el otro pretendemos ser alguien más para agradarle a otra persona.
Persona que a su vez ansiamos querer también con sus virtudes y defectos, y que
queremos que con nosotros se sienta libre de ser exactamente quien quiere ser.
Porque si el amor existe está ahí, en la libertad de ser débiles y la confianza
de que el otro no se aproveche de esa debilidad. Entonces… ¿por qué tanto
miedo? ¿Por qué pensamos que esa persona que tenemos enfrente debe ser la
indicada si no pensamos que pueda querernos con nuestros ángeles y nuestros
demonios?
A todo esto
sumémosle el cóctel de nuestros traumas. Esas relaciones pasadas que no
funcionaron por distintos motivos. Algunos muy puntuales y otros bastante
comunes. Algunos de los que aprendimos y otros que quizás después de un tiempo
todavía no entendimos bien qué pasó. Esto, independientemente de que a veces
nos pone tristes, también contribuye a la serie de miedos que te afectan cuando
querés impresionar a la otra persona. La propia inseguridad que hace querer
aparentar ser alguien “más perfecto” es la misma que nos perturba cada vez que
algo no sale como esperamos. Y la que posteriormente se transforma en celos.
Pero no te engañes, los celos no son culpa de lo que hace la otra persona, son
culpa de tu inseguridad. Se supone que, como mínimo, si querés a alguien
confiás. Si no confiás… si no podés confiar… ¿qué sentido tiene? ¿Qué amor hay
ahí? Amor no es poseer, como si de un muñeco se tratara. Lo peor es la profecía
autocumplida: esa misma inseguridad de pensar que la relación se va a acabar
por un motivo hace que se derrumbe como un castillo de naipes por otro. Si no
podés confiar en que la persona que tenés al lado se va a quedar aunque
pestañees un segundo… ¿cuánto amor confiás que tiene? ¿Está con vos porque vos
te ocupás de retener en vez de estar por propia voluntad?
Animarse a amar, e
incluso a querer, es animarse a darle a alguien más la posibilidad de que te
rompa. Y lo sabés bien, porque más de una vez terminaste roto. Pero lo volvés a
intentar, nuevamente… con la esperanza de que alguna vez valga la pena (o más
bien valga la alegría).
Don't be afraid, it's only love. Love is simple.