martes, 26 de mayo de 2015

El maldito amor que tanto miedo da

 Sería difícil incluso calcular cuántas veces pude haber oído o leído que el amor nos hace idiotas, que el hecho de enamorarse hace que nos pongamos tontos. Yo no sé si nos hace idiotas o no, pero, al menos al principio, nos hace mentirosos. No de forma consciente (la mayor parte del tiempo) pero sí sistemática, no sólo a la persona que nos atrae sino también al resto, y hasta a nosotros mismos.

 Conocemos a alguien (o al menos eso creemos) que de pronto, por un motivo u otro, llama nuestra atención. Destaca entre el resto por tener esas características que tanto nos gustan, que tanto nos conmueven, que tanto nos atrapan. Características que no son tan comunes de ver en conjunto (o viviríamos enamorados de todo lo que se mueve). Averiguamos lo que podemos sobre los gustos de esa persona para descubrir que tenemos muchas cosas en común o bien que no son tantas. Esto es en gran medida indistinto, puesto que nuestra psicología muchas veces anula el pensamiento emergente de “no es para vos” porque, nos guste reconocerlo o no, enamorarse o al menos “engancharse” es un sentimiento agradable.

 Comienza una carrera entonces para intentar generar en esa persona lo que nos generó a nosotros. Y ahí es donde empiezan las mentiras exactamente (hacia el resto, porque hacia uno ya empezaron hace rato). En ese momento alterás de forma consciente o inconsciente tu forma de actuar, de hablar y de ser con respecto a esa persona. Incluso te mentís de nuevo pensando que no tiene relación una cosa con la otra, y que te hubieras comportado de la misma forma si no te gustara. Tirás por la ventana todas las veces que dijiste a tus amigos que tenían que ser ellos mismos, porque vos dejás de serlo. Empezás a hacer todo en función de seducir a la persona que te llamó tanto la atención.

 Somos contradictorios: por un lado pretendemos que nos quieran como somos, sentirnos apreciados en nuestras virtudes y defectos, sentirnos libres de ser nosotros mismos y por el otro pretendemos ser alguien más para agradarle a otra persona. Persona que a su vez ansiamos querer también con sus virtudes y defectos, y que queremos que con nosotros se sienta libre de ser exactamente quien quiere ser. Porque si el amor existe está ahí, en la libertad de ser débiles y la confianza de que el otro no se aproveche de esa debilidad. Entonces… ¿por qué tanto miedo? ¿Por qué pensamos que esa persona que tenemos enfrente debe ser la indicada si no pensamos que pueda querernos con nuestros ángeles y nuestros demonios?

 A todo esto sumémosle el cóctel de nuestros traumas. Esas relaciones pasadas que no funcionaron por distintos motivos. Algunos muy puntuales y otros bastante comunes. Algunos de los que aprendimos y otros que quizás después de un tiempo todavía no entendimos bien qué pasó. Esto, independientemente de que a veces nos pone tristes, también contribuye a la serie de miedos que te afectan cuando querés impresionar a la otra persona. La propia inseguridad que hace querer aparentar ser alguien “más perfecto” es la misma que nos perturba cada vez que algo no sale como esperamos. Y la que posteriormente se transforma en celos. Pero no te engañes, los celos no son culpa de lo que hace la otra persona, son culpa de tu inseguridad. Se supone que, como mínimo, si querés a alguien confiás. Si no confiás… si no podés confiar… ¿qué sentido tiene? ¿Qué amor hay ahí? Amor no es poseer, como si de un muñeco se tratara. Lo peor es la profecía autocumplida: esa misma inseguridad de pensar que la relación se va a acabar por un motivo hace que se derrumbe como un castillo de naipes por otro. Si no podés confiar en que la persona que tenés al lado se va a quedar aunque pestañees un segundo… ¿cuánto amor confiás que tiene? ¿Está con vos porque vos te ocupás de retener en vez de estar por propia voluntad?

 Animarse a amar, e incluso a querer, es animarse a darle a alguien más la posibilidad de que te rompa. Y lo sabés bien, porque más de una vez terminaste roto. Pero lo volvés a intentar, nuevamente… con la esperanza de que alguna vez valga la pena (o más bien valga la alegría).


Don't be afraid, it's only love. Love is simple.

1 comentario: