Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un hombre chino poniendo un plato con arroz en la tumba vecina. El hombre se dirigió al chino y le preguntó:
-Disculpe señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?
-Sí -responde el chino- ...cuando el suyo venga a oler sus flores.
Este simpático relato responde a mucho de lo que les pasa a quienes perdieron personas importantes en su vida. Tiendo a ser accesible al debate en cosas incluso tan profundas como la religión, pero en esto no. La forma que alguien tenga de vivir el luto no es cuestionable.
Por supuesto uno siempre va a abogar a que nuestros seres queridos no le hagan daño a nadie ni se hagan daño a sí mismos, así que, haciendo un paralelismo con las "leyes de la robótica", esta "ley" está regida a una ley primordial que sería no lastimarse a uno mismo ni a terceros. Pero si alguien quiere llorar, reírse histéricamente, gritar o celebrar la fecha de muerte de un ser querido... ¿quiénes somos para decirle "estás equivocado"?
Hace poco me comentaron que la familia de un nene que murió un accidente celebró su cumpleaños cuando fue la fecha e invitó a todos sus amigos. No solamente nadie debería tener el estómago para decirle que lo que están haciendo no les parece bien, sino que además ni deberían atreverse a pensarlo. ¿Saben medir el dolor? ¿Saben cómo calmarlo? ¿Saben qué es mejor para honrar una memoria? ¿Quién les contó?
Y lamentablemente es un tema que me tocó de cerca. Mi papá falleció cuando yo no llegaba a cumplir 10 años. Desde entonces tuve, a mi criterio, dos opciones: Tomarlo como un hecho triste, traumante e incapacitante del que no se puede hablar o tomarlo con el humor del que mi papá hacía gala entre su familia y amigos. El que conoció a mi papá sabe que vivía contando chistes (costumbre que intento imitar) y era un tipo que solía estar de buen humor (aunque tenía su carácter fuerte). Me pregunté qué hubiera querido él y la respuesta fue sencilla. Hoy en día profeso un humor negro a prueba de muerte, y se me ocurren pocas cosas de las que no podría hacer humor. ¿Por qué? Porque creo que el hecho de que algo sea trágico, terrible o insultante no evita que pueda tener un lado divertido. Y en base a que tomé la costumbre de hacer chistes referidos a mi papá en mi no tan tierna infancia recuerdo las exactas palabras que me dijo una compañera: ¿Te causa gracia que tu papá se haya muerto?
No. No me causa gracia. Es simplemente mi forma de sobrevivir en un mundo que sigue girando aunque un pibe no tenga padre o madre, aunque haya gente que se muera de hambre, aunque haya miseria en cada rincón. Tampoco me parece mal que sea así, es simplemente la realidad y mi reacción frente a ella. Entiendo que mi forma de ser, mi reacción pueda ser chocante. Pero dudo que sea tan chocante como arremeter de lleno contra la forma de alguien de sobrellevar algo tan complejo como el dolor.
-Disculpe señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?
-Sí -responde el chino- ...cuando el suyo venga a oler sus flores.
Este simpático relato responde a mucho de lo que les pasa a quienes perdieron personas importantes en su vida. Tiendo a ser accesible al debate en cosas incluso tan profundas como la religión, pero en esto no. La forma que alguien tenga de vivir el luto no es cuestionable.
Por supuesto uno siempre va a abogar a que nuestros seres queridos no le hagan daño a nadie ni se hagan daño a sí mismos, así que, haciendo un paralelismo con las "leyes de la robótica", esta "ley" está regida a una ley primordial que sería no lastimarse a uno mismo ni a terceros. Pero si alguien quiere llorar, reírse histéricamente, gritar o celebrar la fecha de muerte de un ser querido... ¿quiénes somos para decirle "estás equivocado"?
Hace poco me comentaron que la familia de un nene que murió un accidente celebró su cumpleaños cuando fue la fecha e invitó a todos sus amigos. No solamente nadie debería tener el estómago para decirle que lo que están haciendo no les parece bien, sino que además ni deberían atreverse a pensarlo. ¿Saben medir el dolor? ¿Saben cómo calmarlo? ¿Saben qué es mejor para honrar una memoria? ¿Quién les contó?
Y lamentablemente es un tema que me tocó de cerca. Mi papá falleció cuando yo no llegaba a cumplir 10 años. Desde entonces tuve, a mi criterio, dos opciones: Tomarlo como un hecho triste, traumante e incapacitante del que no se puede hablar o tomarlo con el humor del que mi papá hacía gala entre su familia y amigos. El que conoció a mi papá sabe que vivía contando chistes (costumbre que intento imitar) y era un tipo que solía estar de buen humor (aunque tenía su carácter fuerte). Me pregunté qué hubiera querido él y la respuesta fue sencilla. Hoy en día profeso un humor negro a prueba de muerte, y se me ocurren pocas cosas de las que no podría hacer humor. ¿Por qué? Porque creo que el hecho de que algo sea trágico, terrible o insultante no evita que pueda tener un lado divertido. Y en base a que tomé la costumbre de hacer chistes referidos a mi papá en mi no tan tierna infancia recuerdo las exactas palabras que me dijo una compañera: ¿Te causa gracia que tu papá se haya muerto?
No. No me causa gracia. Es simplemente mi forma de sobrevivir en un mundo que sigue girando aunque un pibe no tenga padre o madre, aunque haya gente que se muera de hambre, aunque haya miseria en cada rincón. Tampoco me parece mal que sea así, es simplemente la realidad y mi reacción frente a ella. Entiendo que mi forma de ser, mi reacción pueda ser chocante. Pero dudo que sea tan chocante como arremeter de lleno contra la forma de alguien de sobrellevar algo tan complejo como el dolor.
Mucha risa, pa' que no nos duela nada
No hay comentarios:
Publicar un comentario