A veces estás envuelto en un abrazo enorme, o caminando en medio de la Av. Corrientes donde a nadie le importa más que su propio trayecto y te chocan de forma despiadada... y de todas formas te sentís en medio del desierto. Como si fueras el último ser humano en la Tierra. Como si toda la humanidad se hubiera escapado de tu mundo. Porque eso sentís exactamente, que la gente que estaba en tu planeta escapó.
No, no es que nada más desapareció. Se fue. Voluntariamente. De alguna forma la soledad trae de la mano a la culpa, siempre te hace sentir que vos sos el responsable. Te convierte en tu enemigo. En tu peor enemigo, sin duda, porque es el único que conoce todas tus debilidades... y muchas veces no te tiene piedad. A veces como una masa oscura y opresiva, un monstruo que se te sienta en el pecho y molesta al respirar. Confiás en el tiempo, el bendito tiempo que todo lo cura, que todo lo resuelve. El maldito tiempo que pasa sin pedir permiso, que te lleva puesto si te quedaste quieto sin importarle tu pasividad. Como tantas otras cosas, un arma de doble filo. Depende de la propia habilidad para manejarla. ¿Será que, con una cuota de suerte, la solución caiga del cielo?
La soledad no se rige en números... da igual si estás en tu habitación a oscuras o en el subte apretado como dentro de una lata de sardinas, podés sentirte de la misma forma solo o acompañado. Lo único cierto ahí es que te sentís así, que no importa mirar a tu alrededor y comprobar que, efectivamente, la gente sigue ahí. Estás solo.
En la noche se hace notar más, cuando ya los ruidos externos van menguando con la luz hasta extinguirse casi por completo. ¿Cuánto de lo que pensamos o hicimos de noche no hubiera pasado de día? ¿Será que la oscuridad trae magia, trae valentía? ¿O simplemente el descenso de la temperatura, de la luz y de los sonidos hacen que podamos divagar más? La noche, ahora tan asociada con la fiesta nos puede recordar que no estamos en una. O si, de casualidad estamos, si nos sentimos solos podemos buscar compañías poco saludables. El alcohol seduce tanto con la promesa del olvido momentáneo que resulta un amante cruel y traicionero porque, creeme, más tarde o más temprano en ese mismo lapso de tiempo te va a pasar factura multiplicando todo lo negativo de golpe.
No siempre podés esquivar la soledad con música o entretenimiento. Algún día, de una forma u otra te terminás quedando a solas con vos mismo. Y en ese momento te deseo que al menos te soportes. Porque creeme que cuando sentado en el campo rodeado sólo por oscuridad y las estrellas tu única compañía es el murmullo de un río... te encontrás (sin poderlo evitar) con vos mismo. Y seguro sos demasiado inteligente como para poder aparentarte a vos mismo ser más interesante o menos imperfecto. Buena suerte.
No, no es que nada más desapareció. Se fue. Voluntariamente. De alguna forma la soledad trae de la mano a la culpa, siempre te hace sentir que vos sos el responsable. Te convierte en tu enemigo. En tu peor enemigo, sin duda, porque es el único que conoce todas tus debilidades... y muchas veces no te tiene piedad. A veces como una masa oscura y opresiva, un monstruo que se te sienta en el pecho y molesta al respirar. Confiás en el tiempo, el bendito tiempo que todo lo cura, que todo lo resuelve. El maldito tiempo que pasa sin pedir permiso, que te lleva puesto si te quedaste quieto sin importarle tu pasividad. Como tantas otras cosas, un arma de doble filo. Depende de la propia habilidad para manejarla. ¿Será que, con una cuota de suerte, la solución caiga del cielo?
En la noche se hace notar más, cuando ya los ruidos externos van menguando con la luz hasta extinguirse casi por completo. ¿Cuánto de lo que pensamos o hicimos de noche no hubiera pasado de día? ¿Será que la oscuridad trae magia, trae valentía? ¿O simplemente el descenso de la temperatura, de la luz y de los sonidos hacen que podamos divagar más? La noche, ahora tan asociada con la fiesta nos puede recordar que no estamos en una. O si, de casualidad estamos, si nos sentimos solos podemos buscar compañías poco saludables. El alcohol seduce tanto con la promesa del olvido momentáneo que resulta un amante cruel y traicionero porque, creeme, más tarde o más temprano en ese mismo lapso de tiempo te va a pasar factura multiplicando todo lo negativo de golpe.
No siempre podés esquivar la soledad con música o entretenimiento. Algún día, de una forma u otra te terminás quedando a solas con vos mismo. Y en ese momento te deseo que al menos te soportes. Porque creeme que cuando sentado en el campo rodeado sólo por oscuridad y las estrellas tu única compañía es el murmullo de un río... te encontrás (sin poderlo evitar) con vos mismo. Y seguro sos demasiado inteligente como para poder aparentarte a vos mismo ser más interesante o menos imperfecto. Buena suerte.
No estoy solo, somos dos con mi tarde triste y yo.
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