Desde que nacemos tenemos una respuesta evolutiva a los peligros que se nos presentan, reales o imaginarios: el miedo. Digo evolutiva porque fue necesaria para la evolución de nuestra especie... podrá cualquiera pensar dos minutos lo rápido que terminaría una especie muy "temeraria". El miedo es necesario en muchos aspectos de la vida. Si no tuviéramos miedo a absolutamente nada seríamos imprudentes hasta lo absurdo y nuestra vida peligraría cada segundo, sobre todo si tenemos en cuenta que otra característica propia de nuestra especie es la curiosidad. Eso de "la curiosidad mató al gato" cobraría sentido. Pero, claro, no todos los miedos son racionales. Peor aún: no todos nuestros miedos son propios.
A buen entendedor, pocas palabras. Dicho lo anterior, cada vez que se hable de "miedo" va a tratarse sólo de miedos "sociales". Es decir... todo eso que la sociedad en la que vivís te impone. Miedo a parecer idiota. Miedo a parecer puta. Miedo a parecer homosexual. Miedo a lo que los demás piensen de que seas idiota, puta u homosexual. Tres ejemplos de los cientos que puedan pasar por tu cabeza, o más aún, de los que puedan erizarte la nuca. Son todos miedos en los que el peligro radica pura y exclusivamente en lo que el otro va a interpretar y creer saber de vos y cómo va a actuar a partir de ello. Se basan en el juicio que los demás van a hacer de vos conociendo una porción. Se basan en los juicios que vos mismo hacés todos los días sobre los demás conociendo sólo una porción de su existencia.
Esos miedos encierran todo lo que sos o podrías llegar a ser. Si los dejás, van a encadenar tu alma y tus piernas para que no avances un centímetro más. Van a nublarte la vista para que te sientas atacado y vulnerado por todos los frentes hasta que decidas esconderte en un rincón rogando que nadie te encuentre así, tan desprotegido. O peor: van a enfrentarte a todo lo que vos no creas correcto, todo lo que no juzgues adecuado. Con uñas y garras. Van a hacer que grites, patalees y golpees, pero nunca que debatas. Puede que hasta termines matando por miedo. Porque es absolutamente terrorífico el paisaje apocalíptico en el que tus verdades pueden cuestionarse.
Lo bueno es que quien cuida tu celda sos vos. Vos tenés el poder de escupir en la cara de cada uno de los miedos. Del miedo nadie zafa... pero muchos lo superan. Se ponen por delante, se escapan. Todo lo grande que pueda esperarnos está fuera de lo que llaman "zona de confort". ¿Es linda? ¿Segura? Sí, muy. Muy vacía también. Pensá un segundo en todo lo que superaste, cada miedo y cada traba hasta ahora. Todo lo que conseguiste que no hubieras conseguido. Llegaste hasta acá, celebrá tu
existencia. Venciste muchas cosas para ser quien sos hoy, y todavía estás en camino de quién podés ser. Y el miedo siempre va a estar ahí, gritándote en la oreja. Queda decidir qué tanto vas a escuchar.
De mi vieja aprendí que lo contrario
del amor no es el odio, sino el miedo: el amor te mueve y el miedo te
frena. El amor hace que rompas las barreras que el miedo puso: te pone a prueba constantemente, te invita a ser mejor (y para eso, de forma indefectible hay que arriesgar). Además, analizándolo un poco más a fondo, amor y odio
pueden ir de la mano y el odio a veces es sólo el hijo iracundo del
miedo. Hay odios, como la xenofobia y la homofobia, que son hijos del miedo y la ignorancia. Y la cura es el conocimiento: aprender y leer, conocer lugares y gente. Salir de uno mismo da a veces menos miedo que entrar. Y ambos son necesarios. Después de todo... no hay nada más terrorífico que terminar pensando en todos los "¿Qué hubiera pasado si... ?".