martes, 30 de junio de 2015

Vamos con paso firme, no nos quedamos

 Puede que alguna vez sientas que algo de lo que pasó no debería haber pasado. Pero el mundo sigue girando. Puede que alguna vez sientas que todo a tu alrededor se desmorona. Pero el mundo sigue girando. Puede que realmente sientas que todo terminó, que nada tiene sentido. Pero el mundo sigue girando. Y vos estás en él. Y estando en el baile... toca bailar.

 Podés intentar esquivar responsabilidades y hechos durante toda tu existencia, pero lo cierto es que eso sería morirse por dentro. No se puede vivir huyendo, no se puede ser cobarde siempre. Llega el momento, ese bendito o maldito momento de hacerse cargo de lo que no se eligió ni se tuvo participación. Tocó. Fortuitamente, de golpe. Ni lo esperabas ni lo generaste ni tenés la culpa. Pero la tenés que pagar igual. Podés frenarte a llorar por los rincones o podés hacer algo al respecto. Ojalá siempre elija lo segundo.

 Si algo aprendió mi viejo, que era de esos que les gusta tener todo bajo control, es que no podía controlar qué pasaba sin él. Lo aprendió al fin del camino, como no podía ser de otra forma, y quizás un poco tarde. Y el mundo siguió girando, y nosotros avanzamos. Así de complejo y así de simple. Quiero ser claro cuando sostengo que, sin duda, no hay otra opción posible. Quedarse en las lamentaciones y en autocompadecerse es lo más venenoso que puede haber para una persona.

 Siendo realistas, para la inmensa mayoría de la humanidad sos un número. Más aún, para las corporaciones sos un cliente. Y no sólo no les interesa que no prosperes ni avances, sino que les interesa que estés lo más hundido posible en la miseria. ¿Por qué? Porque el más miserable es el mejor cliente. Según Will Rogers (comediante norteamericano), "la publicidad es el arte de convencer a la gente para que gaste el dinero que no tiene en cosas que no necesita". Te convencen de que una gaseosa es lo que te va a hacer más feliz, que ese yogur te va a hacer más flaca (y que no ser flaca es ser infeliz) y que quererte más es sinónimo de comprarte esa crema tan cara. Y en realidad, quererte más es sinónimo de rebelión, de salir del barro donde les conviene que te mantengas hundido y les dés un puñetazo en la cara.

 Como diría Iorio… “ya sé, dirás ‘muy duro es avanzar’, mas quien avanza es el que existe”. No, no es fácil. Nadie dijo que lo sea, nadie dijo que tenga que serlo. Lo fácil es que la culpa de todos tus males la tengan tus papás, tus amigos, tus exs y las respectivas putas que parieron a cada uno. O, más fácil aún, la culpa es del destino. Culpa “del destino” es haber nacido negro en Alabama a principios del siglo XX, y así y todo muchos pusieron la cara frente a eso y lograron el cambio. Pudieron flaquear, pudieron dar marcha atrás, pudieron abandonar su lucha, pero no lo hicieron. No lo hicieron ni frente a lo irracional de los argumentos enemigos ni ante la ferocidad de sus garrotes. Y solamente dando un ejemplo de luchadores, que en la historia hay miles. La gran mayoría, en las peores condiciones posibles. Lo difícil es darse cuenta lo que es y no es culpa de uno, y enfrentarse a solucionar lo que no es culpa de uno también. Y al final podés llorar, gritar y patalear. Podés clamar a los cielos preguntando el por qué de tu infortunio o insultando por él. O podés levantar la cabeza y hacer algo al respecto. Lo único que te pido, en cualquiera de los dos casos, es que te hagas cargo de tu decisión.


Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo insondable,
agradezco a los dioses, si existen,
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear
bajo los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años me encuentra
y me encontrará sin miedo
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino.
Soy el capitán de mi alma.

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