La Bestia
“La Bestia” (como lo apodaron los campesinos del lugar) era, sin duda, el ser más desagradable y violento del páramo. Su aspecto en general recordaba a un ser humano, pero lo cierto era que sus 2 metros y medio, su excesiva cantidad de pelo y las malformaciones en su cara le daban una apariencia similar a la de un animal. Pero no sólo esto le valió el apodo, sino también la forma en que trataba a la gente. Tenía fama de ser un asesino despiadado y brutal, que con sus propios puños desmembraba a los que cometían la imprudencia de acercarse a él. En los alrededores del bosque, cada tanto alguno escuchaba un rugido, y se sabía que entrar en ese momento significaría una muerte horrible. De hecho, la mayoría de los que entraban en el bosque siendo inexpertos nunca más volvían. Algunos aseguraban que se comía a los hombres que capturaba, y otros tantos repetían el peligro que representaba, y pedían su exterminio. Lograron hacer que se recluyera en una cueva, y por un largo tiempo nadie más lo volvió a ver.
“La Bestia” (como lo apodaron los campesinos del lugar) era, sin duda, el ser más desdichado e incomprendido del páramo. Tuvo la desgracia de ser exageradamente alto, excesivamente peludo, y que las malformaciones de su rostro le impidieran comunicarse. Si bien entendía el lenguaje humano, cuando intentaba reproducirlo no lograba más que expulsar un bramido. Su torpeza desmedida y una fuerza brutal lo llevaron, sin querer, a asesinar hombres al intentar ayudarlos cuando se perdían en el bosque, o cuando los perseguía en busca de compañía. Se sentía horriblemente solo, y su fama no lo ayudó a remediar el asunto. Intentaron asesinarlo algunas veces, hasta que decidió recluirse en una caverna. Lloró amargamente varias veces despertando en medio de la noche con el recuerdo de gente persiguiéndolo con antorchas y armas, gritándole cosas horribles.
Fue un día de verano cuando los campesinos se organizaron para asesinar a “La Bestia”. Salieron armados con sus tridentes y guadañas a buscarlo entre las cavernas que bordeaban el bosque del otro lado del páramo. Cuando lo encontraron, el monstruo bramó de tal forma que a todos se les pusieron los pelos de punta. Los atacó bestialmente y corrió fuera de la caverna enloquecido. Los campesinos lo persiguieron blandiendo sus armas hasta que perdieron su rastro. Sin embargo siguieron andando hasta llegar a un acantilado. Ahí, al asomarse, pudieron ver el cuerpo inerte de la bestia destrozado por las rocas. Habían logrado confundirlo y que corriera sin ver el acantilado. Se sintieron todos muy orgullosos, y ese mismo día hubo una gran fiesta, y sería recordado con gloria durante bastantes años.
Fue un día de verano cuando “La Bestia” vio a hombres armados entrar a su cueva. Gritó pidiendo clemencia, pero sólo los vio más agresivos. Entonces decidió escapar, llevándose a algunos por delante. Corrió desesperadamente hasta llegar al acantilado. Hacía algunos minutos había dejado de escuchar que lo seguían. Sin embargo, estaba tan triste… nunca lo dejarían tranquilo. Nunca lo dejarían de perseguir. Incluso intentando no molestar y no habiendo hecho ningún daño en meses lo habían venido a buscar. Miró por el borde del acantilado y vio las olas golpear contra las rocas. Sintió un fuerte viento contra su pelaje, enfriándole las lágrimas. Con el corazón lleno de pena respiró hondo y se dejó caer.
No creas que lo evidente siempre es la verdad.
Escribí este cuento en Córdoba el año pasado. No movido por un sentimiento suicida, sino porque todos alguna vez sentimos que nadie entendía por qué carajo hacíamos las cosas. Nos juzgaron idiotas, malos, forros, estúpidos, soretes. Nos creyeron más capaces de hacer una maldad que de ver algún detalle más allá o de no poder ver lo más evidente. A veces sin querer lastimamos al resto o a nosotros mismos. A veces somos simplemente torpes. De todas maneras, aunque equivocarse sale a veces muy caro, la gente suele perdonar que tengas errores, pero rara vez perdonan que tengás razón.
Le mandé esto por mail a mi profesora de literatura porque le debía un cuento hace mucho. Me contestó que ponga esto en los comentarios:
ResponderEliminarMe quedé con ganas de seguir leyendo, así que espero más cuentos...
Un saludo enorme y arreglen cuando quieran para encontrarnos.
Gisela (tu profe de Literatura en tu escuela secundaria).